Heridas de la infancia: herida de abandono
- Celine Escourrou
- hace 7 días
- 3 Min. de lectura
Cuando el Alma busca presencia
La herida de abandono es una de las heridas emocionales más profundas que pueden formarse en la infancia. No siem

pre está relacionada con un abandono físico visible. A menudo, nace en un entorno donde las figuras de apego no estuvieron emocionalmente disponibles, aunque sí estuvieran presentes físicamente.
Puede deberse a situaciones evidentes como separaciones, pérdidas o enfermedades. Pero también a ausencias más sutiles: una madre ausente emocionalmente, un padre excesivamente ocupado, o un entorno en el que el niño no se sintió visto, acogido o prioritario.
¿Cómo se vive esta herida en la infancia?
Desde muy temprana edad, el niño o la niña percibe que algo le falta. Siente un vacío, una ausencia, una soledad que no sabe nombrar pero que duele. La reacción más común es desarrollar una fuerte dependencia emocional: “Si me esfuerzo en ser bueno/a, me querrán”, “si no molesto, se quedarán”, “si hago todo bien, no me dejarán”.
Sin saberlo, comienza a construir una identidad basada en la necesidad de afecto externo para sentirse valioso. Y ese patrón, si no se trabaja, se repite una y otra vez en la vida adulta.
¿Cómo se manifiesta en la vida adulta?
Esta herida puede dar lugar a relaciones marcadas por el miedo, la ansiedad y la necesidad constante de atención. La persona teme quedarse sola, le cuesta confiar en que los vínculos se mantendrán, y muchas veces entrega más de lo que tiene con tal de no ser rechazada.
Algunas señales frecuentes de esta herida en la adultez:
Miedo intenso a la soledad o al rechazo
Necesidad de estar en pareja o en compañía constante
Dificultad para decir “no” por temor a perder el vínculo
Ansiedad cuando no hay respuesta inmediata de los demás
Sentimiento recurrente de vacío interno
Dificultad para conectar con el propio valor sin validación externa
Relación de dependencia con ciertas personas o figuras de autoridad
La herida también puede ser una puerta
Aunque dolorosa, esta herida guarda un potencial inmenso. Las personas que la han vivido suelen tener una gran capacidad de empatía, sensibilidad emocional y una profunda necesidad de conexión auténtica.
Cuando se inicia el camino de sanación, esa misma sensibilidad se convierte en fuerza, intuición y guía.
¿Cómo empezar a sanar?
Sanar esta herida implica dejar de buscar fuera lo que solo puede construirse dentro: la presencia. Es un proceso de volver a casa, de aprender a estar con una misma, de desarrollar seguridad interna, de acompañarse.
Algunas claves para ese camino:
Reconocer el dolor sin juzgarlo
Validar las emociones sin reprimirlas
Practicar el autocuidado como acto de amor
Construir una relación sólida consigo misma
Rodearse de vínculos conscientes y nutritivos
Aprender a estar a solas sin sentirse sola
Conclusión: volver a sentirse en casa
La herida de abandono no define a la persona, pero sí puede marcarla… hasta que se hace consciente.
Cuando se reconoce y se abraza con amor, comienza a transformarse. Y en ese proceso, el alma deja de buscar afuera y empieza a encontrar adentro: seguridad, valor, y presencia real.
Porque nunca se trató de que alguien viniera a salvarnos.
Se trata de aprender a sostenernos. Con amor. Con paciencia. Con verdad.
Sanar la herida de abandono es un acto profundo de reconexión contigo misma. No se trata de llenar el vacío desde fuera, sino de volver a habitarte con ternura, seguridad y presencia.
El Pack Sanación de la Niña Interior con péndulo hebreo te acompaña justamente en ese proceso: exploramos juntas el proyecto sentido, las emociones no expresadas de la infancia y las memorias subconscientes que aún condicionan tus vínculos y tu relación contigo.
Es un trabajo energético, amoroso y transformador para recuperar tu raíz interna, dejar de buscar validación fuera y aprender a sostenerte con confianza y amor propio.
Puedes conocer los detalles del proceso aquí, o escribirme si necesitas que te acompañe a dar el primer paso.
No estás sola. De verdad.
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